sábado, 30 de mayo de 2015

Codo con codo - Capítulo 9

El domingo por la mañana quedo con Candela para ir a dar una vuelta y comer por el centro. Me llamó hace un par de horas rogando atención, alegando que se sentía muy sola.
Bienvenida al club, my dear.
Estamos hechas la una para la otra, por eso de ser las únicas que no tienen plan para el domingo. Sofía está con el chico que conoció en el Soho, que ya sabemos que se llama Guillermo y que es abogado, que besa muy bien y que conduce un BMW. El grupo de las Catas estuvo ayer bastante monopolizado por ese tema de conversación. Laura está con Carlos, ultimando los detalles de la luna de miel y esas cosas que se planean antes de una boda. Como nunca he organizado una, no tengo muy claro qué es lo que hay que hacer. Así que las dos que estamos solteras y abandonadas nos vamos por ahí a pasar el día aprovechando el buen tiempo. Paso a recogerla por su casa con mi coche y nos dirigimos hacia el centro.
—Mmm, todavía huele a nuevo —suspira Candela cuando se sienta.
—Sí, a ver cuánto le dura —digo mientras miro por el retrovisor y pongo el intermitente a la izquierda para incorporarme al tráfico—. ¿Cómo estás, churri?
—Ahí voy, Len, ahí voy. ¿Qué te voy a contar a ti de rupturas, no…? Pero bueno, por lo menos, sabías que él te quería. Yo no puedo decir lo mismo de Pedro.
—No me puedo ni imaginar lo duro que tiene que ser, la verdad —digo mientras la miro de reojo. Me da tanta penita… La verdad es que es una chica muy guapa, a pesar de que no se saca todo el partido que podría. Tiene una melena rubia que le llega por los hombros, los ojos muy grandes de color miel, la naricita redonda y unos labios carnosos que ya quisiera yo. El conjunto es bastante angelical, pero no te puedes dejar engañar por su aspecto dulce, porque dentro se esconde una mujer segura e inteligente capaz de sacar adelante cualquier reto que se le plantee—. Pero bueno, ya han pasado dos meses desde que te enteraste así, que, poco a poco, estás mejor, ¿no?
—Pues, hombre, sí. Pero, bueno… es muy duro. Ya sabes cómo soy… —Suspira audiblemente—. No creo que pueda confiar en otro hombre después de lo de Pedro, Len…
—Que sí, mujer. Ya verás. —Le doy un par de palmaditas en la pierna con la mano derecha—. Solo necesitas tiempo y encontrar a la persona correcta.
—No sé, tía… Bueno, cambiemos de tema que me entra el bajón. —Menea la cabeza un par de veces y cambia el tono de voz—. ¿Cómo estás tú con lo del señor buenorro? ¿Has hablado con él? —me pregunta con curiosidad.
—No, tía. O sea, hablamos en el trabajo y eso…—respondo yo—. Pero no le di mi teléfono.
—¿No? ¿Y eso por qué? —pregunta ella, sorprendida.
—Pues, porque… No sé, Cande. Tiempo al tiempo, ¿sabes? —Veo que hay un sitio libre para aparcar y pongo el intermitente para que nadie me lo quite—. Ya hemos ido bastante rápido con todo… y no quiero empezar a obsesionarme con si me llama o me escribe… —Aparco a la primera y ambas nos bajamos del coche—. Prefiero tomármelo con calma.
—Haces bien —sentencia ella—. Lo más importante es que te lo pases de puta madre y que sufras lo menos posible. Pero, ¿serás capaz de aguantarte?
—Pues no lo sé, pero ya se verá.
Caminamos hacia una terraza y nos sentamos en la primera mesa libre que encontramos. A pesar de estar en septiembre, el tiempo todavía no está demasiado frío y hoy el sol ha decidido hacer acto de presencia. Así que disfrutamos un poco del buen tiempo que todavía se mantiene. Una camarera un poco hortera viene a tomarnos nota y ambas pedimos una caña. Como traigo el coche, solo me permito tomar una bebida con alcohol, así que me decanto por cerveza.
Estamos terminando nuestra consumición, cuando veo a lo lejos a un hombre que me resulta familiar. Tiene una figura alta y musculosa, el pelo castaño oscuro ligeramente más largo por la parte de arriba y, según se va a acercando, unos ojos verdes enmarcados por unas pestañas largas, espesas y oscuras le delatan. Lucas. No es que la ciudad sea demasiado grande, pero no contaba con encontrármelo. Es muy entretenido verlo caminar. Tiene un andar muy sexi, como si supiera lo guapo que es.
¡Coño, como para no saberlo!
Lleva unos vaqueros oscuros y un jersey de punto gris debajo de una cazadora de cuero negra, y está para comérselo. Lo sigo con la mirada desde detrás de mis gafas de sol, intentando disimular, pero estamos muy cerca de la acera por donde pasan los peatones, así que estoy segura de que me verá en cuanto se aproxime.
—Cande, ¿ves a ese moreno que viene por ahí? —le susurro a mi amiga con disimulo.
—Hostias, sí. —Lo mira embobada sin un ápice de discreción—. ¿Quién es?
—Tía, por favor, disimula un poco. —Le dedico una mirada de reprobación a mi amiga—. Es Lucas, Cande. ¿Qué hago?
—¿Cómo que qué haces? Pues nada, Len, tú sigue hablando conmigo como si no lo hubieras visto y ríete de algo súper gracioso.
—¿Que me ría de qué?
Mi amiga estalla en carcajadas mientras yo la miro asombrada. Ella me envía dardos con la mirada y me da un pisotón bajo la mesa, lo cual interpreto como su señal para decirme que se está acercando y que tengo que empezar a reírme. Y empiezo a hacerlo de la manera más falsa y extraña que alguna vez haya salido de mis labios.
—¿Elena?
Finjo secarme unas lágrimas inexistentes de las comisuras de mis ojos mientras me giro hacia él.
—¡Lucas! —grito, fingiendo sorpresa—. No esperaba verte hasta mañana, ¿qué tal?—. Mi voz suena tan rara… no sé qué coño estoy haciendo.
—Pues estaba yendo a comer algo —dice él metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón. No le conozco lo suficiente, pero diría que le da un poco de vergüenza haberme encontrado aquí, por la forma en la que me mira.
—Ah, ¿sí? Por cierto, te presento a mi amiga Candela. —La miro a ella—. Este es Lucas Martín, Cande.
—Encantado —le sonríe a mi amiga de manera educada.
—Lo mismo digo, Lucas —responde ella con la misma sonrisa—. ¿Ibas a comer con alguien?
Miro a mi amiga de reojo, con todo el odio que mis gafas de sol de cristal de espejo dejan traspasar, mientras ella finge no darse cuenta.
—Pues la verdad es que iba a comer solo —dice él, un poco compungido.
—Ah, ¡genial! ¿Quieres venirte con nosotras? —le pregunta ella muy animada.
Bueno, yo estoy aluciflipando con esta tía. ¿Pero no estaba en contra de los hombres, llevando a gala el himno de forever alone? ¿Desde cuándo Candela es una persona tan sociable que habla con desconocidos, y lo peor de todo, del género masculino?
Mi cara debe de ser un poema porque reconozco que me cuesta mucho disimular mis expresiones. Y aquí nadie parece darse cuenta o, simplemente, se la trae al pairo porque Lucas acepta encantado y coge una silla de la mesa de al lado para sentarse con nosotras.
La camarera hortera vuelve en menos que canta un gallo para preguntarle qué va a tomar. Joder, esto es la hostia. A nosotras tardó como diez minutos en venir a atendernos y él apenas ha posado el culo en la silla ya la tiene ahí, con su aleteo de pestañas y sonrisa de oreja a oreja. La miro por encima de mis gafas de sol, con aire reprobatorio y desprecio. ¡Qué manía tenemos las mujeres de coquetear de esa manera tan descarada con un tío guapo! A lo mejor es tan tonta que se piensa que no nos damos cuenta, pero está claro que no es así. Lucas la mira divertido, sonriendo, de manera que la muy idiota se pone aún más coqueta.
—Yo quiero otra caña —digo de malas maneras. A la mierda mi norma de solo una bebida alcohólica. Necesito un poco de fermentado de cebada para relajarme. Ella parece volver en sí misma y me mira, primero con un poco de odio y luego con una sonrisa falsa.
Candela me mira de reojo, sonriendo con maldad.
Sí, guapa. ¿Era esto lo que tú querías? ¿Que me comportara como una perra celosa?
—Yo también —le dice Lucas a la camarera, que sigue esperando su respuesta—. ¿Qué tal el fin de semana? —me pregunta, girándose hacia mí y dándole la espalda a la choni impaciente.
—Pues bien, tranquilo —respondo yo—. ¿Qué tal el tuyo?
—Sí, el mío fue bastante tranquilo también —responde mirándome fijamente—. Ya sabes, ayudando un poco a mi madre.
—Ah, sí, claro. ¿Cómo va tu padre?
—Ahí sigue, aguantando.
Parece que se crea un silencio un poco violento, ya que nadie sabe qué decir. Por suerte, la camarera vuelve con nuestras bebidas y rompe un poco con la tensión.
—Bueno, Candela, ¿y a qué te dedicas? —le pregunta Lucas, tras darle un trago a su cerveza.
—Pues soy médico también del Santa Catalina. Ginecóloga, para ser más precisa.
—Ajá, qué bien.
—Pues sí, además estoy en el área de obstetricia, así que traigo muchos bebés al mundo. —dice ella satisfecha.
—¡Eso es estupendo! Siempre me han encantado los niños —dice él con una sonrisa.
—Sí, a mí también. De hecho, estuve dudando hasta el último momento entre hacer medicina o magisterio. Pero no tengo tanta paciencia como para aguantar a veinte niños correteando y llorando —añado yo con un poco de ironía—. Así que, al final, me decidí por la pediatría… Aunque no sabía que iba a terminar trabajando en oncología. —Frunzo un poco los labios, conteniendo un gesto compungido.
—Ya, trabajar con niños enfermos es muy duro —dice él un poco afectado—. Si ya es complicado hacerlo con adultos, no me quiero imaginar cómo de terrible debe de ser no poder curar a un niño.
—En fin, la verdad es que no es un tema muy agradable para hablar, pero está claro que es horrible —añado en un susurro.
—Bueno, ¡pues busquemos otro tema menos deprimente! —dice Candela con una palmada. Nunca la había visto tan animada. La verdad es que me tiene un poco asustada. ¿Se habrá dado un golpe en la cabeza esta mañana? ¿O tendrá un trastorno de bipolaridad? No puedo evitar mirarla extrañada—. ¿Qué? —me pregunta divertida.
—Nada, nada. —Niego con la cabeza. Como es lógico, no voy a preguntarle delante de Lucas qué es lo que le pasa.
Mi amiga hace como si no se diera cuenta de que la he pillado actuando de forma extraña y sigue fingiendo que todo es normal. En serio, empiezo a preocuparme. No sé a qué se debe su cambio de actitud, pero comienzo a ponerme un poco de los nervios. ¿Le habrá gustado Lucas y por eso se comporta así? Y lo que más me importa… ¿le gustará ella a él?
Lo bueno de llevar gafas de sol es que puedes prestarle más atención a ciertos detalles sin el miedo a que te pillen. Así que estoy observándoles con disimulo, intentando captar cada cosa fuera de lo normal. Soy como un espectador en un partido de tenis, mirando de un lado a otro. No parece que Lucas esté mirándola más de lo debido ni poniendo ojitos ni nada por el estilo, pero, aún así, no me gusta mucho todo este embrollo.
Están hablando sobre algo, no sé qué, porque estoy demasiado absorta en intentar descifrar cada gesto. No estoy muy informada sobre el lenguaje corporal, pero siempre he oído que te delata; una pequeña inclinación hacia esa persona, la postura de tu cuerpo, el movimiento de las manos, el tono de voz…
—¿Eh, Elena? —Al oír mi nombre me doy cuenta de que Candela me está hablando.
—¿Qué? —pregunto, meneando un poco la cabeza e intentando recordar de lo que hablaban, ya que sus palabras sonaban como la típica melodía incómoda que ponen de fondo en los ascensores o en las llamadas en espera de las compañías telefónicas.
—Me estaba contando Lucas que el otro día comisteis en el japo de la esquina y te preguntaba que si os lo habíais pasado bien.
—Ah, sí —digo asintiendo con la cabeza y arrugando la nariz—. Fue genial.
—Ya. —Sonríe ella con malicia—. Lucas me decía que lo pasasteis mejor en el café.
Miro a Lucas, que me observa con una sonrisa divertida. Abro los ojos como si fuera un sapo, alucinando por lo que acaba de decir, pero, por suerte, las gafas de sol ocultan mi gesto de anfibio.
Claro, como es obvio, los tres sabemos lo que pasó en el café, así que me parece surrealista que él le haya dicho eso.
—El café también estuvo genial, sí —admito con una ceja levantada.

Una carcajada ronca sale de la garganta de Lucas, que sigue observándome con determinación. Le sostengo la mirada durante unos segundos hasta que me doy cuenta de que no estamos solos y miro a mi amiga. A ella también debe de parecerle divertida nuestra conversación, porque nos observa alternativamente con una sonrisa y un brillo pícaro en los ojos. 

6 comentarios:

  1. Madre mía! acabo de descubrir esta historia y me la he ventilado en un momento, ya estoy completamente enganchada!
    Yo quiero un morenazo de esos en mi hospi! además me siento super identificada con la protagonista en muchas cosas, me hace gracia que ella quería ser profe y ahora es médico, yo estudié sanidad y este año he terminado educación infantil jajaja
    Me quedo por aquí que ya tengo ansia viva del próximo capitulo ^^

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola!!!
      Ayyyy, qué ilusión que te haya gustado!!
      Creo que todas queremos un morenazo así, verdad? Jajaja
      Me alegro de que te hayas sentido identificada.
      La verdad es que lo he escrito todo con mucho cariño y no hay nada que me haga más ilusión que disfrutéis con lo que escribo.
      Un super besazo!!

      Eliminar
  2. Enhorabuena por este nuevo capítulo.
    Nos vemos la semana que viene!

    ResponderEliminar
  3. Me encanta Lucas celosón y proposón...pero sin ganas de nada más? Ummmmm están de camino a casita ;);) (aunque parezcan guiños son caras de subir y bajar cejas, tu ya me entiendes! JAJAJA)
    (L)(L)(L)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajaajajja y yo pongo cara del monito tapándose la boca jajaja
      Qué pasará? Yo no lo sé, y tú??
      Muajajajajaa

      Muuuuuuuuuuuuuuuuua <3

      Eliminar